La religión de los etruscos y sus dioses
En este post trataremos los principales aspectos de uno de los pueblos más religiosos de la antiguedad.
HISTORIA ANTIGUA
Xavi Cloquell
7/16/20247 min read


Caracteristicas principales de la religión etrusca
En Occidente, no hubo ningún pueblo que llegara al nivel de religiosidad que alcanzaron los etruscos, como plasmó en sus obras el famoso historiador romano Tito Livio. Toda su vida giraba en torno a las prácticas religiosas y también todas sus acciones venían influenciadas por la realización de prácticas adivinatorias previas. A diferencia de los romanos y griegos, que con el pasar de los años empezaron a adoptar prácticas paganas y pudieron explicar de forma más lógica los acontecimientos del día a día, los etruscos no evolucionaron en este aspecto y hasta el final de sus días todos los actos cotidianos del hombre tenían una explicación sobrenatural. Gracias a Cicerón, sabemos que la religión etrusca es revelada pues en su obra De Adivinatoria nos cuenta la leyenda de cómo se produjo la revelación inicial de esta religión.
“Un día un granjero de Tarquina, habiendo cavado un surco más profundo que de costumbre, vio salir del mismo a un pequeño espíritu con cara de niño, pero con el cabello gris y la sabiduría de un viejo. Al oír los gritos que daba a causa de su asombro, todos los habitantes de Etruria corriendo llegaron al lugar, y luego el Genio, que se llamaba Tages y que era nieto de Júpiter, empezó a dictar a los reyes de las doce ciudades unas reglas para la interpretación de los augurios que se enseñaron a las generaciones posteriores.” Cicerón (II,23).
Los libros sagrados.
La base de la religión etrusca se encontraba en la Disciplina Etrusca, que eran un conjunto de libros que utilizaban los sacerdotes y que explicaban los distintos aspectos principales de la adivinación y rituales etruscos. Por desgracia, estos libros se han perdido con el paso de los años y sabemos que se dividían en 3 subgrupos principales.
Libros aruspicinos: Estos libros se centraban en la práctica de la aruspicina, es decir, el estudio del hígado de los animales sacrificados. Para los etruscos este órgano era el centro de la vida y por eso era examinado con detenimiento tras lo sacrificios. Dentro de hígado se distinguían dos partes la pars familiaris (hacía referencia al observador) y la pars hostilis (se centraba en el porvenir de los enemigos).
Libros fulguratorios: Estos libros estudiaban los rayos y relámpagos que caían del cielo y, para los etruscos, tenían varios significados, dependiendo de varios factores como el color, el tamaño y la zona del cielo desde la que caían, entre otros. El color del rayo de Tanit era rojo, pero había otros dioses que podían enviar rayos de color blanco u oscuro. Como el cielo de los etruscos estaba dividida en 16 cuadrantes donde cada dios habitaba en uno, era muy importante detectar desde donde provenían el rayo, para saber cuál había sido el dios que enviaba el mensaje. Por último, también apreciaban la duración del relámpago pudiendo ser rayos “perpetuos” cuyo significado hacía referencia a toda la vida del observador o los “terminados” que solo afectaban a un día concreto.
Libros rituales: Eran un grupo muy variado de libros que se centraban en la observación del mundo para buscar buenos o malas presagios. Desde diferenciar entre especies de árboles para buscar un buen o mal augurio hasta el nacimiento de un animal. De la misma forma, el paso de un cometa, los terremotos y la erupción de un volcán eran un mal augurio. Por último, los etruscos se hicieron expertos en observar el vuelo de las aves en busca de mensajes.
La aurispicina
La hepatoscopia se extendió por toda la Península Itálica desde Grecia, pero sus orígenes se encuentran en Babilonia. Tuvo un gran éxito sobre todo en los pueblos etruscos y romanos, pero fue en Etruria donde el ritual alcanzó un desarrollo mayor. Durante dicho ritual, el adivino era quien elegía al animal que tenía que ser sacrificado y no solo se observaba su hígado y vísceras, sino que otros aspectos, como el comportamiento del animal durante el sacrificio y el tiempo que este tardaba en fallecer, eran observados igualmente. Finalmente, el cuerpo del animal era incinerado en un altar y se observaba el color de la llama y la cantidad de humo que se desprendía. Los arúspices eran fáciles de ser identificados por su forma de vestir pues a diferencia del resto de la población que vestía la típica toga etrusca o tebenna, estos llevaban un vestido corto con flecos y un gorro de ala ancha con punta puntiaguda muy bien atado a su cuello, pues era muy mal augurio que durante una ceremonia este gorro cayera. Finalmente, siempre iban acompañados de los Libri Haruspicini y los Libri Rituales y parece ser que su origen eran las clases altas de la sociedad.
El panteón etrusco.
La religión etrusca era politeísta, al igual que la griega o la romana y nuestra principal fuente para conocer el nombre y la identidad de estos dioses es el hígado de Piacenza, el cual está dividido en 16 partes al igual que los etruscos dividían la bóveda celeste y cada una era la morada de un Dios diferente. De esta manera se obtiene que en el sector noreste se encuentran los dioses superiores como Jano, Juno, Marte y los Lares. Los dioses de la naturaleza entre los que encontramos a Vulcano, Baco y Sol se encuentran hacia el mediodía. Por último, los dioses infernales se situaban en el poniente y destacan los dioses Manes y Saturno.
Por otra parte, gracias al escritor romano del siglo V d. C Marciano Capella, sabemos que el principal dios de los etruscos era Tinia, el dios del rayo. que vendría a ser el Zeus griego y el Júpiter romano. La esposa de este era Uni, equivalente a la diosa romana Hera y la griega Juno, y juntos tuvieron a un hijo conocido como Hercle que fue una de las deidades más veneradas por los etruscos y equivaldría al héroe griego Heracles o el romano Hércules. A diferencia de en Roma o Grecia, Hercle tuvo una importancia mucho mayor, pues se convirtió en un Dios como tal al que los pastores rindieron culto, y el santuario de Cerveteri estaba dedicado a él. Menrva, la Minerva romana, formaba con Tinia y Uni una triada que fue introducida en Roma por los Tarquinos bajo los nombres de Júpiter, Juno y Minerva y que se convertirían con el tiempo en las principales deidades de la religión romana, formando la triada capitolina por tener su templo en la colina Capitolina.
Finalmente, los etruscos eran un pueblo marinero y de ahí su gran admiración por Nethuns, el dios del mar, que al igual que el Poseidón griego va acompañado siempre de un tridente y se convirtió en el dios de la ciudad costera de Vetulonia. Por otra parte, Turan era la diosa del amor y significa princesa o amante. Fue muy representada en espejos y cofres utilizados por las mujeres etruscas y vendría a ser la diosa Afrodita romana y Venus griega. Al igual que en la mitología romana era amante de Maris el Marte romano y Apolo griego que era el dios de la guerra y la valentía.
La vida de ultratumba.
Los etruscos siempre sintieron una gran preocupación por la vida después de la muerte. Todo lo relacionado con el mundo de ultratumba y los ritos de salvación estaba escrito en los libri Acheruntici. Estos libros, hoy perdidos, explicaban como los espíritus de los difuntos, a través de un correcto entierro, podían conseguir la inmortalidad. Los ritos realizados tenían un carácter purificador para dar fuerza al difunto en su viaje al mas allá que estaba lleno de peligros y monstruos procedentes del panteón primitivo etrusco. Este paso del mundo de los vivos a los muertos se representaba como un viaje ya fuera a pie, a caballo o incluso en barcas y su destino eran las regiones infernales. A lo largo de la historia, la región infernal fue cambiando de aspecto desde la creencia de un más allá ultramarino, en el cual se accedía a nado o cabalgando con un caballo con cola de pez, hasta el más representado en los últimos siglos que tenía un aspecto funesto y macabro y se asemeja mucho al Hades helénico.
Los ritos funerarios
Cuando una persona moría, el primer paso era avisar a los familiares que se encontraron lejos y se reunían todos juntos en la ceremonia conocida como la prothesis, donde se exponía al difunto durante varios días. El lugar de reunión solía ser la necrópolis de la ciudad y no la casa del difunto, como ocurría en Grecia. Durante el último día, sus familiares se reunían en una asamblea general mientras se preparaba toda la procesión conocida como la ekphora que, siguiendo un orden tradicional, iba acompañada de dos flautistas, que abrían el cortejo fúnebre seguidos por dos filas de hombres que arrastraban el carro fúnebre. Por último, cerrando la comitiva, los familiares del difunto y un gran número de mujeres llorando, pues se cree que algunas mujeres se dedicaban profesionalmente a llorar en los entierros.
Cuando llegaban a su destino, que solía ser el lugar de incineración, o en el caso de Tarquinia la propia tumba, pues aquí se solía practicar la inhumación, el difunto quedaba finalmente introducido o bien en su urna o sarcófago y colocado en su tumba o hipogeo familiar. A partir de este momento empezaba la celebración del banquete fúnebre para demostrar al difunto que, pese a que ya no estaba entre los vivos, sus amigos y familiares no se olvidan de él y lo invitan a sus fiestas. Durante el banquete se comía y bebía durante horas hasta que la pena por la pérdida de un ser querido pasaba a transformarse en la aceptación de una vida sin la presencia del difunto. Finalmente, la última fase del entierro se centraba en la práctica de juegos y deportes cuyo objetivo era ofrecer sangre a la tierra para dar vida a los muertos, como en el caso de la batalla de gladiadores o las carreras de cuadrigas.
Fuentes.
Blonch, R. (1961). Los etruscos. Barcelona: Argos.
Elvira, M. A. (1985). El mundo de ultratumba. Cuaderno historia 16, número 54, 19-22.
Haack, M.-L. (2018). Los etruscos . Desperta Ferro, 48-54.
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